Luis Daniel Llambí, elegido por National Geographic entre los 26 agentes de cambio que luchan por el planeta

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Lee aquí el artículo de National Geographic

En vísperas de la COP26, National Geographic en Reino Unido publicó un artículo resaltando a 26 agentes de cambio a nivel mundial que luchan desde sus diversos espacios por un mejor futuro para el planeta en el marco del cambio climático. Influencers, activistas, innovadores, financistas y científicos…la lista incluye figuras públicas como Leonardo DiCaprio, Bill Gates, Greta Thunberg y David Attenborough, pero también a nuestro Coordinador del Proyecto Adaptación en las Alturas, Luis Daniel Llambí.

Bajo este contexto, le hicimos una entrevista para conocer cómo se está enfrentando el desafío del cambio climático desde la ciencia en las montañas.

¿Cuál es el principal eje de tu investigación?

El eje fundamental siempre ha sido la dinámica de respuesta de la vegetación en los Andes a los motores de cambio. Eso incluye cambio de uso de la tierra y cambio climático. Comencé trabajando en cómo se recuperan la vegetación y los suelos de los páramos luego de la agricultura. Seguí trabajando en esa misma temática, pero en la zona de transición entre los bosques andinos y los páramos, que es lo que se conoce en inglés como tree line (línea de árboles). Trabajamos sobre todo en parcelas agrícolas que habían sido cultivadas y luego abandonadas. Más adelante continué mi trabajo en ecosistemas de alta montaña, desde el súperpáramo a las zonas periglaciales, consolidando procesos de monitoreo del impacto del cambio climático a largo plazo a través de parcelas permanentes y redes de investigación regionales como Gloria Andes. Y más recientemente, en este tema de la dinámica de respuesta de la vegetación al retroceso glaciar en un proyecto financiado por la National Geographic. A medida que retrocede, el glaciar se comporta como una máquina del tiempo; va dejando expuestas zonas que quedan abiertas para la colonización de la vida y el desarrollo de nuevos ecosistemas.

¿Solamente has trabajado a nivel de vegetación?

 Sobre todo, vegetación y suelo. Además de trabajar con diferentes enfoques en torno a la dinámica de la vegetación (interacciones entre plantas, respuestas adaptativas, ecología de comunidades vegetales y su diversidad) he trabajado también en temas de fertilidad del suelo y su microbiota. Por ejemplo, con tesistas hemos trabajado el tema de las relaciones plantas- micorrizas y más recientemente en el contexto de la Red GLORIA – Andes, también analizando la respuesta de los polinizadores, en colaboración con otros investigadores, para ver cómo responden al cambio climático en sus interacciones con las plantas.

¿Qué implica realizar estas investigaciones?

Bueno eso tiene por lo menos dos o tres dimensiones. Uno conserva lo que conoce, por ello el generar conocimiento sobre las dinámicas de los ecosistemas de montaña en los Andes permite valorarlos mejor. Hay estas redes delicadas y complejas de interacción entre las plantas y con otros organismos…por ejemplo los frailejones de los Andes del norte tienen asociada una cantidad de plantas que crecen bajo su influencia, incluyendo líquenes, musgos y otras plantas…esto genera interés por las maravillas que encierra la ecología de estos ambientes que son únicos en la Tierra. Otra dimensión tiene que ver con conocer la historia de uso y poner en contexto esa historia de transformación de los paisajes de los Andes. Conservar estos ecosistemas y restaurarlos tiene que partir de un conocimiento de cuál es su respuesta frente a los disturbios y frente al cambio climático. Si no es así, se pueden cometer muchos errores como confundir reforestación con restauración. La tercera dimensión es que documentar los impactos del cambio climático es fundamental para diseñar estrategias de mitigación, pero, sobre todo, de adaptación al cambio climático. Tenemos que saber cuáles son las consecuencias y a qué debemos adaptarnos; en términos de pérdida de diversidad, generación de nuevos ecosistemas y los efectos sobre los servicios ecosistémicos, entre otros.

¿A qué disciplinas responden tus equipos de trabajo? ¿Desde qué ámbitos investigan?

Desde el inicio de mi trabajo me vinculé a un grupo que tenía una tradición de investigación muy socioambiental y agroecológica; la interacción entre las comunidades humanas y los ecosistemas, su racionalidad ambiental. Entonces siempre trabajamos con un enfoque interdisciplinario, incluyendo las ciencias sociales, la antropología, la sociología, la ecología. Y bueno, dentro de la ecología con especialistas en suelos, en fauna, en líquenes, musgos, plantas vasculares, fisiología, entre otros.  También se involucran educadores ambientales, comunicadores, las comunidades y los mismos tomadores de decisión con quienes tratamos siempre de fomentar relaciones cercanas.

Para entender esas dinámicas, se requieren estudios de largo plazo ¿Nos puedes hablar sobre eso?

En el caso de los Andes hay muy poca información de largo plazo y eso tiene que ver por un lado con lo hidrometeorológico…estaciones climáticas, dependiendo del país, con información sistematizada de manera muy heterogénea. En zonas de alta montaña hay pocos datos de cómo ha cambiado la precipitación, la temperatura, los caudales que bajan por los ríos. Si estamos hablando de los servicios ambientales hídricos que prestan los ecosistemas de los Andes, debemos tener datos de largo plazo ¿no? ¿Cómo cambian los caudales cuando hay deforestación o transformación de un humedal? En el caso de la vegetación hay muchos análisis basados en modelos, pero realmente pocos datos de campo. Por eso ponemos mucho énfasis en colectarlos en el largo plazo, para saber cuál es la respuesta, incluso porque hay mucha variabilidad interanual en los Andes. Un año puede ser seco, el siguiente húmedo, uno más cálido, tenemos ciclos de los años de La Niña y de El Niño que pueden durar entre 7 y 10 años. Se requieren series de tiempo largas para poder entender cuáles son los impactos y sus implicaciones para las poblaciones humanas. Por ello promovemos el monitoreo y enfoques integrales en los que el componente social, agrícola, de paisaje y ecológico estén muy estrechamente vinculados.

¿Cómo son útiles estas investigaciones en el marco actual de cambio climático?

Por ejemplo, el trabajo que hicimos en el tema de la regeneración de los páramos frente a los disturbios nos ha permitido orientar las estrategias de restauración. En muchos casos, los sistemas se recuperan mejor si los dejas solos y remueves las fuentes de disturbio en lugar de implementar la restauración asistida. Hemos brindado capacitación en ese sentido para orientar el diseño de programas nacionales de restauración en zonas de montaña. Otro ejemplo, la delimitación entre los bosques y los páramos, la zona de transición entre bosques altoandinos y ecosistemas de alta montaña ha tenido incluso implicaciones políticas y de legislación en función de la necesidad de conservación de los páramos. El trabajo de monitoreo de largo plazo del cambio climático y retroceso glaciar nos ha permitido enfatizar su importancia para la toma de decisión y llamar la atención sobre el tener una mirada más integral sobre las implicaciones del cambio climático. Finalmente, el trabajo que hemos hecho con la Red GLORIA-Andes nos ha dado cuenta de la altísima vulnerabilidad de las especies endémicas y de rango restringido de distribución en los Andes del norte, lo cual nos ayuda a encender las alarmas sobre información sólida. Estos son solo algunos ejemplos.

¿Qué es necesario hacer para combatir realmente el cambio climático, especialmente en los Andes?

Eso tiene dos dimensiones. Una es la de mitigación que tiene que ver con la sostenibilidad energética de los países andinos, así como la prevención de la degradación de los ecosistemas y la deforestación para prevenir emisiones. Y desde el punto de vista de la adaptación se plantea una serie de retos que empiezan por conocer a qué nos debemos adaptar. Dada la enorme heterogeneidad socioambiental de los Andes, eso es un reto grande, porque, por ejemplo, las precipitaciones van a aumentar en algunas zonas, disminuir en otras, lo que tiene implicaciones diferentes. Mientras donde va a aumentar, los riesgos son de deslaves e inundaciones, en donde va a disminuir, de sequía y retos para los cultivos. Trabajar en adaptación en los Andes es entonces contar con ese conocimiento sólido de cuáles son los riesgos y vulnerabilidades de las poblaciones andinas. Este es un trabajo que nos pone desafíos muy interesantes para el futuro próximo.

¿Si fueras el político más influyente de la región andina, qué promoverías principalmente para combatir el cambio climático en la zona de montañas?

Bueno, uno es del tema de la adaptación definitivamente con dos dimensiones fundamentales: la de conocer los riesgos y vulnerabilidades y la de diseñar estrategias efectivas intersectoriales. Es decir, proyectar la política de cambio climático desde las direcciones de cambio climático de los ministerios y trabajar con las causas estructurales de la falta de capacidad adaptativa de las poblaciones. Trabajar con los ministerios de finanzas, de educación, de economía, de agricultura, que son los sectores en donde realmente deben darse los cambios para podernos adaptar.

Esa pregunta no tiene una respuesta sencilla, pero si creo que el poner énfasis en esto de transversalizar el tema del cambio climático en la implementación de las políticas agrícolas, pecuarias, energéticas en los Andes es en donde yo pondría el mayor énfasis. Lo otro es seguir apoyando el monitoreo de largo plazo y la sistematización de esa información para generar sistemas efectivos de alerta temprana y de evaluación de riesgos y vulnerabilidad.

¿Qué significa para ti estar en esta lista de National Geographic de los 26 agentes de cambio que luchan por el planeta?

Mi primera reacción es que realmente no estoy yo en la lista, es un equipo. Se está reconociendo el trabajo que hemos venido haciendo sobre retroceso glaciar, poniendo la lupa sobre que Venezuela va a ser el primer país andino en quedarse sin glaciares y cuáles son las implicaciones que eso tiene más allá de reflexionar cómo van a ser los Andes sin hielo. Realmente es el esfuerzo de gente que ha venido monitoreando esto con gran compromiso a pesar de la situación tan difícil para la investigación científica como la que atraviesa Venezuela hoy en día. Es una gran alegría que se haga este reconocimiento a un grupo de investigadores venezolanos que están llamando la atención sobre un tema con muchas implicaciones globales que no solo va a pasar en los Andes Tropicales, también está a punto de ocurrir en el Mediterráneo y en las montañas del este de África, por ejemplo.

¿Nos cuentas una anécdota de las dificultades que involucró hacer esta investigación?

Una de las cosas más difíciles es trabajar en estos glaciares que quedan en zonas remotas y bueno la logística además se veía afectada por la interrupción del servicio eléctrico o la escasez de gasolina en las zonas andinas de Venezuela, entonces obviamente eso le pone un reto adicional. Las primeras expediciones las hicimos en época húmeda y nos cayeron aguaceros torrenciales y es duro trabajar ahí al borde del glaciar, sube y baja todos los días para hacer trabajo de campo.  En una tormenta de viento se nos voló la carpa domo que funcionaba de sitio de reunión y cocina y a la madrugada nos tocó salir corriendo a buscarlo y volver a montarlo. Trabajar a esas elevaciones tiene su lado digamos divertido y complicado a la vez.

Dentro de la lista había algunas personas conocidas por su trabajo en temas de ambiente y cambio climático. Si tuvieras que escoger, ¿Con cuál o con cuáles quisieras trabajar y por qué?

Bueno, quizás por lo emblemático que fue durante mi infancia, David Attenborough. Me sorprendió mucho estar en una lista donde también está incluida una persona de su trayectoria. Creo que el trabajo que ha hecho para popularizar los temas, primero de la fauna silvestre y después más general de la majestuosidad de los ecosistemas de la tierra y de su diversidad, no tiene comparación. Me encantaría poder trabajar con él en algún documental sobre los Andes, eso sería una maravilla y un sueño desde la infancia.

¿Cuáles serían los mejores resultados que esperarías de la COP26?

Pues yo diría dos principales. Uno, que realmente se afiancen los compromisos de control de las emisiones de los países para no pasar el aumento de las temperaturas de los 1.5 grados, haciendo cambios estructurales en las economías de los países. El otro, por nuestro interés particular en las montañas, que la COP sea una oportunidad para evidenciar su valor estratégico para la población global en cuanto a la provisión de agua, alimentos y valor espiritual, así como la vulnerabilidad de sus sistemas socioambientales. Sus poblaciones están entre las más excluidas de la toma de decisión y entre las más expuestas al cambio climático. Espero que la COP sea una oportunidad para poner esos temas en la palestra y a raíz de eso se promueva el fortalecimiento y financiamiento de iniciativas en torno a la adaptación al cambio climático en las zonas de montaña y en los Andes en particular.

 

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