*Imagen de portada: Familia exhibe algunos productos cosechados en su huerta agrobiodiversa. Foto: Juan Camilo López, 2021
Uno de los principales impactos del cambio climático en los Andes, es la pérdida de cultivos debido a condiciones de clima extremas. Esto afecta la distribución y provisión de alimentos para las comunidades, exacerbando sus vulnerabilidades e impactando en su calidad de vida.
Con el fin de contribuir a la adaptación, mejorando la disponibilidad de alimentos en calidad y cantidad bajo diferentes condiciones de variabilidad y cambio climático de la población rural de las veredas de la cuenca del Lago de Tota, el Proyecto AICCA junto con las comunidades, implementó estrategias enfocadas en recuperar y fortalecer procesos de agricultura familiar.
Con éstos se pretende recuperar modelos de producción con enfoque agroecológico de bajo costo, la diversificación de producción de alimentos saludables, que puedan aumentar la capacidad de la oferta y calidad de alimentos, y que, a su vez, mejoren las dietas y la salud de los productores y sus familias. Adicionalmente, al ser fácilmente replicables, se espera que la población en general los implemente en sus casas.
Huertas agrobiodiversas
Esta iniciativa busca incentivar en las familias de la cuenca la producción de alimentos utilizando pequeñas áreas de sus predios. Se trata de huertas totalmente orgánicas que pueden ir de los 30 a los 100 metros cuadrados y en las que se pueden producir hasta 20 alimentos diferentes. Con esta medida se beneficiaron 100 familias a quienes además de ofrecerles apoyo técnico en el diseño de la huerta y la fabricación casera de biofertilizantes y compostaje, se les entregaron las semillas y plántulas para surtirla. También se les motivó a incluir semillas nativas de tubérculos diferentes a la papa por cuanto tienen la capacidad de soportar los cambios del clima y adicionalmente tienen un alto valor nutricional.
Estos sistemas de producción de alimentos generan suelos, plantas y animales sanos, mejoran los flujos de nutrientes, fortalecen las coberturas vegetales, promueven la asociación y rotación de varias especies vegetales como hortalizas, cereales, frutales, potenciando la funcionalidad del agroecosistema en el tiempo. Adicionalmente, promueven la autonomía y seguridad alimentaria de la familia, la independencia gradual de insumos externos, y contribuyen a la economía familiar campesina y por ende su resiliencia socio ecológica.
“El fin principal de las huertas es que provean de alimentos a las familias, que éstas vuelvan a sembrar sus propios alimentos como lo hicieron sus ancestros, pero, además les ofrece la posibilidad de comercializar productos orgánicos de muy buena calidad con una visión de adaptación y cambio climático. Esperamos que con el tiempo el consumidor aprenda a valorar estas características”.
Margoth García, Profesional agropecuaria
La comunidad de la Cuenca del Lago de Tota, se ha venido vinculado a esta nueva forma de sembrar que también marca una diferencia en la apreciación estética del paisaje, pues las huertas se destacan en medio de los monocultivos. Gerardo Gutiérrez del municipio de Aquitania, líder de la Comunidad de Conocimiento de Ancestralidad lo afirma: “Con las huertas agrodiversas he venido trabajando durante un año y medio, con nuestras familias, diferentes compañeros, colectividades que se han ido sumando y se han ido interesando por esta forma de cultivar. Estamos sembrando sano, estamos haciendo el compost, el abono orgánico, precisamente hemos tratado de replicar este conocimiento con diferentes familias campesinas, en diferentes veredas del municipio. Hemos tenido también diferentes cosechas de quinua, habas, rúas, nabos, papas nativas; estamos tratando de hacer un rescate de semillas nativas, para empezar, hablar de nuestra soberanía alimentaria. Realmente han sido espacios de “juntanzas” a través de ollas comunitarias, de “convites”. Hemos podido generar lazos con las comunidades, con nuestros vecinos, ha sido algo bonito. En el futuro, me imagino, generar una economía circular en la que podamos trabajar todos colectivamente en el territorio, poder ofrecer productos sanos y que se repliquen todas estas ideas que son muy buenas para conservar nuestro ecosistema”.
Jardines de vida
Los jardines de vida también son sistemas productivos agroecológicos con diversas especies de alimentos para el autoconsumo y cuyos excedentes pueden comercializarse. Pero a diferencia de las huertas agrobiodiversas, éstos se componen de una estructura que integra varias medidas de adaptación al cambio climático como: la cosecha de agua, estructura itinerante de protección ante eventos extremos meteorológicos y climáticos para proteger el desarrollo del material vegetal y el uso de biofertilizantes líquidos y sólidos.
De esta estrategia se beneficiaron 139 mujeres, 132 hombres y sus familias a través de 65 jardines de vida que propician, en las comunidades vulnerables, medios de diversificación de vida que les permitan en épocas de sequía o inundaciones, contar con productos tanto para la comercialización, como para el autoconsumo. Con esto se espera aumentar su capacidad adaptativa en la dimensión de seguridad alimentaria.
Actualmente, los beneficiarios utilizan sus productos para el autoconsumo, el intercambio con los vecinos y la comercialización. A través de esta experiencia, han observado que el suelo y la producción se optimizan con el uso de los biofertilizantes y que la forma circular de los jardines, garantiza el uso del agua y contrarresta la llegada de plagas y/o enfermedades a los cultivos. La variedad de plántulas que han venido sembrando en forma de “mosaicos” evidencian las relaciones de alelopatía que permiten obtener un rendimiento óptimo de la producción.
“Con la huerta Jardín de Vida nos ha ido muy bien, ya que cosechando nuestros propios productos se está mejorando la calidad de nuestra alimentación. Se han realizado dos cosechas a la fecha. Se disfruta de las aromáticas con las cuales nos beneficiamos en este frio penetrante. Los vecinos aún no han copiado la iniciativa, tal vez porque tienen otros quehaceres o porque no les gusta. Pero para mí y mi familia, ha sido una experiencia muy bonita porque se cultiva en casa, nosotros mismos hemos sembrado, hemos abonado con productos orgánicos, no hemos echado ningún fungicida. Pienso seguir cultivando hortalizas y aromáticas, también quiero agrandar mi huerta casera para seguir consumiendo cosas sanas en nuestra alimentación”.
Alfonso Otalora, Beneficiario del municipio de Cuitiva
Algunos beneficiarios de otras medidas de adaptación han optado por unirse a ser productores y promotores de estas huertas familiares agrobiodiversas. Ahora, en la Cuenca, se intercambian semillas nativas y se cosechan un mayor número de especies entre hortalizas, frutales y forestales, implementando prácticas con enfoque agroecológico, comiendo más sano y diversificando las alternativas para el sustento económico de las familias.
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